La república de Ruanda forma parte de la región de los Grandes Lagos, situada entre Burundi, Uganda, Tanzania y la RDC o Congo-Kinshasa. Testigo de una de las más grandes matanzas de la historia contemporánea, Rwanda se encuentra dividida en tres grupos étnicos: los twa, los hutu, y los tutsi.
Los twa fueron los primeros en asentarse en la zona (desde el año 2000 a.C.); mil años más tarde llegaron los hutu, quienes iban en busca de tierras más fértiles. Finalmente, hacia el final de siglo XV llegaron los tutsi, quienes también venían en busca de nuevas tierras. Antes de su llegada, los hutu y twa vivían ya en una organización sociopolítica basada en clanes, siendo estos últimos solo el 1% de la población, cifra que se mantiene hasta la fecha. Sin embargo, la llegada de los tutsi, un pueblo muchísimo más numeroso (9% de la población) y con una gran actividad ganadera, significó una amenaza para el pueblo hutu.
El enfrentamiento y posterior matanza entre estos dos grupos étnicos tiene como primer antecedente la caída de la URSS. La desaparición de la Unión Soviética dejó a los Estados africanos sin su principal referente político, y los regímenes totalitarios perdieron su justificación. Países como Estados Unidos y Francia, así como la participación del presidente de Uganda, Museveni, alentaron al pueblo tutsi a buscar participar también en el poder, dando inicio a una lucha contra los hutu por el control del Estado, lo cual se intensificó aun más con la llegada del colonialismo belga.
Bélgica favoreció la entrada tutsi a la administración de Rwanda, y el ascenso de los mismos en los principales puestos; dio inició un proceso de centralización, que comenzó a polarizar los grupos, la era colonial sirvió para transformar una jerarquía social en un antagonismo étnico, ser hutu, o ser tutsi, asumió nuevas connotaciones asociadas a la proximidad a la “corte central”, se convirtieron en etiquetas políticas, hasta el punto de determinar la forma de vida de una persona.
La consolidación del poder tutsi, asó como el régimen colonial belga alcanzaron su punto máximo en 1931. La preferencia belga sobre los tutsis se reflejaba incluso en las oportunidades educativas. Los tutsi adquirieron un enorme poderío en poco tiempo, respaldado por la historia mítica de su supremacía difundida por los belgas, la élite tutsi, y la propia Iglesia.
Sin embargo, después de 1945, los belgas se vieron obligados a elegir entre una élite tutsi cada vez más poderosa, que comenzaba a amenazar el régimen, y una mayoría hutu, que había adquirido importancia económica y había desarrollado su propia clase media; todo esto aunado al sentimiento anticolonialista que había dejado tras de sí la Segunda Guerra Mundial, lo cual implicó un enorme cambio en la participación de Bélgica en Rwanda, siendo la mayoría hutu la más beneficiada con ello.
Poco a poco, los tutsi fueron retirados de sus cargos en el Estado con el argumento de un principio democrático del régimen de la mayoría. El contexto pasó a definirse entre opresores (tutsi), y oprimidos (hutu), siendo estos últimos los que recibieron así más ayuda para lograr sus fines “democráticos”. Se establecen de esta forma cuotas tribales, en donde, si la población tutsi ocupaba un 9% del total nacional, iba a ocupar un porcentaje proporcional en el Estado.
Ante esta crisis, tanto hutus como tutsis, utilizaron todos los medios posibles por mantenerse, y la propaganda fue base en ello. Ambos grupos intentaron manipular la opinión pública, y comenzaron a prepararse así para un posterior uso de la fuerza; comenzaba así una nueva etapa en la historia de Rwanda, primero bajo el mandato de Kayibanda, e intensificándose con Juvenal Habyarimana.
La lucha comenzó a transformarse, los hutus comenzaron a tener subdivisiones en su interior. Los hutus ubicados en área septentrional, y simpatizantes de las ideas más radicales de Habyarimana, comenzaron a construir una élite que excluía del poder a los hutus del sur.
La “revolución” de 1959 puso fin totalmente a la hegemonía tutsi, y significó la expulsión de estos de Rwanda. La cifra fue aumentando año tras año gracias a esta “limpieza étnica”, y para 1990 un millón de ruandeses eran ya obligados a vivir fuera del país.
Aproximadamente treinta años el poder fue detentado por los hutu, mientras que los tutsi residían ahora en los países colindantes: Uganda, RDC, Burundi.
Por un momento, la idea de regresar a Rwanda no fue el principal propósito tutsi, sin embargo, su participación en la invasión armada de Uganda los convirtieron en enemigos de este país, empujándolos de nuevo a buscar regresar a su país.
Aparece entonces en Frente Patriótico Ruandés (FPR), en torno al cual se organizaron los exiliados, emprendiendo el regreso e “invasión” de Rwanda, la cual se encontraba con cierta inestabilidad política. Los planes de paz comienzan en Arusha (Tanzania) en 1992, en los cuales también se establecía la creación de un gobierno de transición ampliamente representado, que permanecería en el poder un máximo de 22 meses, al final de los cuales se celebrarían elecciones multipartidistas. Sin embargo, estos acuerdos no tuvieron el resultado esperado, y fue utilizado para los mismos fines que desencadenaron la guerra.
Todo ello polarizó aun más las divisiones entre hutus, dividiendo opiniones. El régimen de Habyarimana sentía la necesidad de mantenerse en el poder, y la forma en que lo intentó fue oprimiendo y manipulando.
Los hutus se dividieron así en tres grupos: moderados, extremistas, y el gobierno, destacando el enfrentamiento entre los grupos de septentrionales y los meridionales; la oposición a los hutus radicales comenzaba a aparecer.
La reaparición de los tutsis en el escenario político ruandés después de 30 años de exilio no era sólo la llegada de una población excluida, sino la de un grupo cuyas ideas manifestaban una alternativa extrema, y muy opuesta a la política tribal conservadora, mantenida por los líderes hutu esas tres décadas.
La tensión en Rwanda había aumentado hasta alcanzar niveles insoportables para 1994. Las manifestaciones se caracterizaban por una extremada violencia, grupos armados, como los interahamwe, comenzaban a recibir instrucciones y entrenamiento para comenzar la lucha armada, las manifestaciones se caracterizaba por una extremada violencia, etc. Sin embargo, los ánimos se agudizaron en octubre de 1993, con el asesinato del primer presidente democráticamente elegido en el país vecino Burundi, el hutu Melchior Ndadaye; este hecho provocó gran revuelo en Rwanda, ocasionando que muchos movimientos extremistas condenaran movimientos hacia la democracia, atribuyendo esa muerte a la “evidente brutalidad” tutsi.
El 6 de abril es asesinado el presidente Habyarimana, junto con el presidente de Burundi, al ser derribado el avión presidencial donde ambos viajaban; inmediatamente se desencadenó la masacre.
Las cifras del genocidio dadas a conocer posteriormente revelaron que fueron asesinadas más de 800 mil personas, siendo eliminada más del 70% de la población tutsi, además de que cualquier hutu que se opusiera al legado de Habyarimana también moría a manos de los hutus más radicales.

Juvenal Habyarimana (Click en la foto)


Para Complementar, ver Historia de Rwanda




Para filmografía del conflicto ver Hotel Rwanda, Algunas veces en Abril y Flores de Rwanda